London Girl V

He conseguido que la teacher se interese, o al menos no desprecie, mi proyecto, quien por cierto, viene con unas gafas la mar de fashion de pasta blanca y negra… muy vintage. Entre eso, la micro falda y los pendientes de calaveras de brillitos que siempre nos estila, no puedo sino intercambiar una mirada cómplice con Mary, quien también ha conseguido que pase por el aro con su idea.

Hoy nos ha tocado exponer sobre importantes personajes del mundo del periodismo de la moda y, más allá de la archiconocida Wintour, confieso que los nombres me suenan bien poco. Pero para eso está el curso, ¿no?

La clase, después de un video sobre la Roitfield (quien tuviera su vida… y ¡su armario!), con el rollo de que por la tarde – a partir de la una – es tutorial para hacer el proyecto, Mary y yo salimos por patas la mar de temprano, comemos en el McDonalds y emprendemos rutas separadas.

A mí la mía me lleva a Westminster’s Abbey, que el otro día me quedé sin poder visitar por dentro. El sol se asoma tímido entre las nubes, y aprovecho para agasajar a fotos de nuevo al Big Ben, que ya sabéis que me encanta… cuando llego a la Abadía, me sorprende encontrarme cola. Un señor australiano encantador no sólo me informa, sino que me cuela por delante suyo en la cola, y en breves minutos nos hacen pasar. Tengo una charla bastante entretenida con él… da gusto encontrarse con gente amable.

Los amables gestores de la Abadía sólo cobran 15 pounds por entrar. Son tan generosos, que en el precio va incluido un audio guía… y menos mal, porque si no, sería imposible. Recorro los pasillos de la iglesia embelesada por los monumentos, los tesoros, las historias. Me fascina la Lady´s Chapel, con un techo maravilloso y decorada hasta la bandera de estandartes de las principales casas de caballería. Los escudos, las banderas… tantos colores, no parece demasiado difícil trasportarse a una época de terciopelos, trompetas y caballeros. Es simplemente preciosa. LO malo es la gente… que la hay a mansalva y en todas las esquinas, con muy mala educación también y la santa manía de pararse en los recodos, por mucho “Keep going” que te digan, indiquen, o traduzca tu chivato-guía. Aún así, llego al final de la visita entera y no muy hastiada de los intrusos. Justo antes, me detengo sobre el monumento a Newton y no puedo más que reírme… tan grande que parecía en la peli del Código da Vinci… tan complicado parecía de encontrar… y luego resulta que está ahí, sin más.

Una cosa que me sorprende, y me irrita, es la presencia de un inusual local dentro de los claustros… ¡¡una cafetería!! Cuando lo veo no me lo puedo ni creer. Hace que por todo el patio huela a café recién hecho que, aunque es agradable, resulta totalmente contrastante con la idea de olor que para mí tiene que tener una iglesia: a vela, a tierra del patio, a piedra fría… ya digo, no me encanta la idea. Para que luego digan que Spain is different…

De ahí, y un poco por un tema de deberes, me encamino hacia Covent Garden. Tengo que ir a una tienda de zapatos cool de la zona para ver la competencia de los míos. Así que, calle arriba y calle abajo, no me entretengo demasiado porque hace un poco de frío. Intento comprar entradas para el musical del Rey León, que está ahí al lado, para la semana que viene, pero el Ticket Office está cerrado hasta dentro de una hora.

¿Y qué hago, si todo cierra en este santo país a las 7 y ya son las 6 y media muy pasadas? Pues… me voy al único sitio que cierra a las 9, el Top Shop de Oxford St. Mal… Muy mal. Después de una hora danzando por la tienda, de que la chaqueta soñada sea un desastre, acabo con una buena sustituta y una camiseta a rayas azul marino y gris. Miento… es un vestido tubo pero, ¿qué más da? Con unos leggins, o doblada, si parezco un embutido, perfecta. ¿Y la chaqueta sustituta? ¡¡Divina!! Larga, gris, con el forro morado intenso, las mangas remangadas… ya he oteado en mis fashion revistas que será lo más it de la temporada, qué menos que la mía sea de Top Shop.

Vuelvo al ticket office con tanta suerte de que han cerrado… ¡hace 5 minutos! Y no hacen excepciones. Ya las compraré otro día.

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