London Girl IV

La profesora que nos da clase es un tanto… no sé cómo decirlo sin que suene mal… brusca. Lo que piensa lo dice y punto pelota. Eso incluye sus opiniones sobre tu proyecto, que poco le importa mandar a la porra. Pero está bien, porque no se anda con rodeos. Sabe un güevo, además, y ha trabajado como estilista (eso sí que no me lo explico), dando clase, en varias formas como Sonia Rykiel… en fin, que vale. Su uniforme básico es el negro, negro, negro, en distintas formas de micro faldas o pantalones y camisetas. Usa una size 14, que viene a ser una 44 española, así que, imaginaos el panorama de muslamen. Tiene una melena laaaaaarga y oscura que lleva lisa hasta media espalda y a la que no para de marear de un lado a otro durante la clase.

Ya tengo proyecto para clase. Será una colaboración entre Pretty Ballerinas y Viviente Westwood para potenciar su mercado británico. La idea me entusiasma, pero a la profe no, aunque me dice que si me lo curro lo mismo funcione. Eso pienso hacer… quiero que mi trabajo tenga que ver con una marca española.

Mary tiene que echar currículos, así que, me abandona para la comida. Cojo una ensaladita en un café y mientras pienso qué hacer con mi tarde que, sorprendentemente, es soleada y no extremadamente fría. Todavía no concibo esa costumbre inglesa de comer por la calle (sea fruta, ensalada o un bocadillo), así que me siento a comerme una ensaladita y a hojear mientras el mapa y la guía.

Al final, como hace bueno y eso, y las grandes “atracciones” cierran pronto, me decido por pasear por Notting Hill. Hasta llegar a Portobello, hay un trecho, pero plagadito de pequeñas, cucas y curiosas tiendas(una con un viejo 600 en el escaparate), y preciosas casas de doble altura y escalerilla de entrada, y muchos locales de vintage y antigüedades. Paro en varios, pero ante la perspectiva de los ceros en las etiquetas, desisto… y mira que es una pena.

Llego a Portobello y, para qué negarlo, me siento un poco decepcionada. Cosa de las guías, que te crean expectativas irreales… cuando decían que el mercadillo permanecía abierto durante la semana, no me imaginaba los 4 puestos mal puestos que quedan. De pronto, alzo la vista, y me encuentro con una hilera de locales de colores, y me animo enseguida. Voy local tras local viéndolo todo, curioseando, y tirando alguna que otra foto. Me prometo a mí misma volver el finde con Sad Eyes (quien viene de visita). Y sigo la marcha.

De pronto, una ráfaga de aire helado y el cielo que se vuelve negro… y yo que me temo lo peor. Me llama Mery y quedamos en South Kensington para ponernos al día de nuestras andanzas y cenar algo. La pasta con setas está exquisita, y por un módico precio. Es mi primera cena decente desde el sábado…

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